miércoles, 27 de octubre de 2010

Medicina Alternativa en la Salud Pública de Chile

El sábado 23 me llamó la atención un artículo publicado en El Mercurio (en la sección Nacional), donde se señalan los esfuerzos del Ministerio de Salud en acreditar a practicantes de medicina alternativa, tales como los acupunturistas y homeópatas. Más interesante aún son las líneas en que se señala la posibilidad a futuro de incluir estas prestaciones, entre otras, en el sistema de salud público y cubiertas por Fonasa.

Concuerdo completamente con la necesidad de acreditación y regulación de ésta área. Estos son oficios en los cuales entra en juego la salud de la persona, y no difiere en absoluto con aquél que prepara alimentos o maneja buses respecto a las responsabilidades y habilidades/conocimientos mínimos que debe presentar. Dentro del libre albedrío de cada persona, puede elegir el tomar estos tratamientos si así lo prefiere: debemos asegurarnos que ellos no resulten peligrosos en ninguna medida, y que las personas que los practican se encuentren validados legalmente para hacerlo.

En otras palabras, no me gustan los mariscos, pero para los que sí disfrutan de su sabor, los restaurantes y marisquerías que los sirvan deben contar con los mínimos estándares exigidos por la autoridad sanitaria, así como personal adecuado, servicios higiénicos, y una estructura idónea para los servicios y productos ofrecidos. Está regulado, se fiscaliza, y se protege la salud de los comensales.

Así que todo por la acreditación, regulación y estandarización de la práctica de éstos oficios.

Otro tema completamente distinto es la aceptación de tratamientos en las prestaciones ofrecidas en la salud pública, aunque sean complementarios, que no están debidamente probados, en cuanto a que realmente traten lo que deberían tratar, lleguen a los resultados esperados y necesarios, y no causen un deterioro en la salud de la persona tratada, o sea peligroso de alguna manera para ella.

Hay que asegurarse que lo que se ofrece a las personas funcione y sea efectivo, y no simplemente por razones sentimentales (ej. es de origen de tal pueblo), tiempo de uso (ej. es una técnica ancestral), número de usuarios (ej. muchos hoy en día lo utilizan, y va creciendo con el tiempo), contenido (ej. todo es de origen natural/orgánico/artesanal).

Nuevamente, tenemos el deber como país de proteger a los individuos. Si me gustara comer mariscos crudos, nadie podría impedírmelo... pero no espero encontrarlos en el menú de una recepción del Ministerio de Salud. Los tratamientos aceptados deben tener sólidas bases científicas en donde apoyen su método de acción, con pruebas y testeos exhaustivos para comprobar su efecto en humanos, tanto para ver efectos adversos como el hecho que realmente funciona, y no se trata de un efecto placebo.

Ninguno de estos tratamientos poseen estas cosas. Ninguno explica con la seriedad, formalidad y razones necesarias el porqué de su funcionamiento. Ninguno muestra ensayos debidamente elaborados, reproducibles bajo condiciones determinadas por observadores independientes, que se ajusten el método científico. Las observaciones personales sin un adecuado conocimiento de lo que esté pasando no son válidas: lo que uno observa y se imagina que está pasando puede ser muy diferente a lo que realmente está ocurriendo, ya sea por problemas de observación, acciones de terceros, falta de conocimiento sobre cómo se hizo, qué se hizo, efecto de variables externas, una falta de comprensión del proceso en general, y además, siempre existe la posibilidad de sacar conclusiones erróneas debido a una errada línea de pensamiento.

Para estos problemas, y otros, es que se posee el método científico: permite mejorar los procesos, eliminar mediante repetidas pruebas y ensayos aquello que no funciona o no corresponde, cambiando las teorías sobre el proceso mismo a medida que se obtienen resultados experimentales. La contribución de diferentes observadores, independientes, que puedan reproducir los experimentos en ambientes controlados, permiten la validación o rechazo de las teorías. Así, hasta que se llega al fondo de todo, y otro grano de conocimiento se agrega al bagaje cultural humano. Es lento, si, pero lo más seguro que tenemos hasta ahora.

Y funciona.